Somos solitarios conectados. Conferencia de Zygmunt Bauman

Zygmunt Bauman. Conferencia: ¿Tiene futuro la solidaridad? en Madrid, 15 de Octubre de 2011.

Por Rubén Crespo.  1 de Noviembre de 2011.
 

Foto: Konrad Pustoła para Solidarność Camp

El pasado sábado, 15 de octubre, Madrid tuvo el gran privilegio de recibir la visita de uno de los pensadores sociales más reconocidos a nivel mundial, Zygmunt Bauman: sociólogo, filósofo, profesor emérito de la Universidad de Leeds y de la Universidad de Varsovia, y Premio Príncipe de Asturias de la Comunicación y Ciencias Sociales 2010. Bauman, el inventor del término y concepto ‘modernidad líquida’, se presentaba como el invitado estrella del proyecto organizado por Solidarność Camp, con ocasión de la Presidencia Polaca de la Unión Europea, para dar una conferencia sobre el futuro de la solidaridad en Matadero, Madrid.

La conferencia fue el plato fuerte de Solidarność Camp, que en un intento de retomar el movimiento del sindicato Solidaridad enla Poloniade los años 80, han pretendido ayudar a pensar críticamente sobre cuestiones clave del futuro europeo:¿Dónde queda la solidaridad? ¿Qué es lo que quedó de aquellos valores y cuántos fueron devastados por el consumismo, los mecanismos de la economía de libre mercado, la creciente materialización de la vida, la avaricia, la identificación del aislamiento con la seguridad, entre otras cosas? ¿Es solidaridad una idea viva de la constitución europea y la civilización o sólo un emblema tras el que ocultar intereses cínicos?

El sábado, 15 de octubre, era un día bastante especial; había concentraciones convocadas en 45 países para un cambio con “dignidad, democracia directa y proactividad”. Zygmunt Bauman comenzó su conferencia mencionando a estos movimientos, en especial a “Ocupa Wall Street” de Nuev York, que declara ser la indignación del 99% de la población contra el 1% que ha hecho mal las cosas. ¿Serán capaces movimientos como “Ocupa Wall Street” o el 15M de recrear el movimiento del sindicato Solidaridad enla Poloniade los años 80 liderado por Lech Walesa? Parece que en nuestros días se dan circunstancias similares por las que surgió el movimiento Solidaridad. Pero Bauman todavía no está muy seguro de que estos movimientos vayan a regenerar una solidaridad permanente. En un análisis en clave sociohistórico, también el movimiento Solidaridad en Polonia se inició con mucha esperanza, se forjaron muchas uniones entre la ciudadanía, se consiguieron muchos de los objetivos propuestos… Todo fue muy bonito y maravilloso, pero… al final surgieron divisiones y los lazos se disgregaron.

Vivimos en unos tiempos que Bauman denomina de “interregno” (tiempo en el que una época muere y una nueve empieza ahora), que tienen que ver con la manera de organizar nuestras vidas y las sociedades, las formas de pensar, la lógica del momento… Hoy, existe una serie de cosas que ya no funcionan en nuestra vida. Al igual que hace muchos años, cuando llegaba una plaga o epidemia y no sabíamos que iba a ocurrir, en nuestro tiempo existe esa misma sensación de incertidumbre. Es mas, aunque supiéramos qué va a suceder, la mayoría de la gente somos incapaces de reaccionar ante ello para solucionar los problemas y mejorar el presente. Hoy, más que nunca, existe una gran deseabilidad de remplazar la organización sociopolítica y construir un nuevo edificio en el cual a todos nos gustaría vivir. Pero… ¿cómo debe ser ese edificio?

Según Bauman, el precariado, término que sustituye al antiguo concepto de proletariado, está en la base de la solidaridad. Ya no queda mucho proletariado como el que antaño conocimos en la lucha de clases tras la ‘revolución industrial’, y los poco que queda de él, tiene mucho miedo a reclamar. Sabe de la facilidad que tiene un jefe, gracias a los grandes avances de las tecnologías de la información y la comunicación, de coger el móvil, hacer unas cuantas llamadas, y en poco tiempo desplazar los medios de producción a otra nación. Ya no es posible la solidaridad pesada de las fábricas porque ya no existen las fábricas. Por tanto, el poco proletariado que queda se ha debilitado de tal forma que su capacidad de incidencia política es residual. Que no haya proletariado como antes, no significa que hayan mejorado las condiciones. El proletariado ha sido sustituido por el precariado, que incluye a las clases medias. Más abajo están la subclases, personas que están fuera del sistema, o mejor dicho, no son adscritos a ninguna clase (excluidos socialmente).

Hasta ahora, puede que mucha gente haya tenido éxito y no le hayan acaecido hechos desfavorables. Sin embargo, aunque todo haya ido bien, ahora la sensación de un futuro incierto es más intensa y constante. La incertidumbre, el miedo, la ansiedad son, precisamente, los fenómenos que están uniendo a los individuos actualmente. Pero, todavía los individuos que estamos en ese 99% de indignados, no sabemos qué hacer. El proceso de individualización en el que nos hemos sumergido cada vez más, hace creer que el individuo es el creador de su propia vida y él es el responsable, tanto si triunfa como si fracasa. Es éste un fenómeno, como dice Anthony Giddens, que pertenece a una nueva esfera social donde todo tiene su propia ‘política lógica’. Se supone que individualmente tenemos la responsabilidad de encontrar siempre soluciones, aunque sea a problemas globales; pero existe una inmensa distancia entre ‘ser individuo’ y ‘ser institución’. Entre la teoría y la praxis hay un gran abismo: el ‘individuo en teoría’ no es igual al ‘individuo en la práctica’.

Ante la idea del precariado como una nueva clase mundial y ante la incertidumbre, el Bauman formula las siguientes preguntas: ¿Será esta nueva clase capaz de cambiar las cosas que le indignan?, ¿Van a poder sustituir la sociedad actual por una mejor?, ¿Dónde queda la solidaridad en toda esta sombría amalgama de acontecimientos inciertos? Bauman piensa que, más que solidarios, “somos solitarios conectados”.

Gracias a la revolución de las TIC (sobre todo las redes sociales en Internet), es muy fácil convocar a la gente para salir a la calle a indignarse y protestar por buenas causas; pero, también es muy fácil manejar las emociones y manipular este tipo de movimientos sociales a los que estamos asistiendo actualmente. El individuo tiene la percepción de una victoria subjetiva, es decir, pasa de ser un solitario a sumarse en masa en un ámbito de pertenencia. Como miembro de la muchedumbre, el individuo se siente unido a otros para manifestarse y gritar los mismos eslóganes. El individuo encuentra por fin una de sus mayores satisfacciones en esta sociedad individualizada. Sin embargo, las emociones, aunque tengan mucho poder para conseguir grandes cosas, desaparecen enseguida. Las emociones tienen una vida muy corta. Éste es el problema de nuestro momento y es necesario profundizar sobre ello.

A diferencia de las antiguas clases, lo que une al precariado, es una sensación de pulverización y de atomización. Sean cual sean las causas de la indignación, los miembros del precariado sufren una especie de castigo individual por no ser lo suficientemente listos o lo suficientemente trabajadores. Los miembros del precariado, hasta ahora, raramente han encontrado intereses comunes; ha habido siempre una sensación de estar cada uno a lo suyo. Es decir, existen muy buenas intenciones, pero el resultado final parece que queda en manos del destino, haciendo gala del refrán “el hombre propone y Dios dispone”.

De todo lo anterior, Zygmunt Bauman no se esconde en decir que se muestra todavía bastante escéptico con todo este tipo de movimientos, como el 15-M y “Ocupa Wall Street”, y alude a una reflexión metafórica de hallar las diferencias entre ‘revolución’ y ‘mina’. No obstante, aunque Bauman no contesta a las preguntas anteriores, ni tiene recetas seguras para construir una sociedad mejor, apunta la necesidad de resucitar la idea misma de “la buena sociedad”: una sociedad sin divisiones, no tóxica… Sólo después de este ejercicio –y no antes- llegará la solidaridad.

Por otro lado, Bauman no condena con exclusividad a la clase política. Sin embargo, sí advierte de la existencia de un divorcio entre el Poder y la Política. Mientras el Poder es la capacidad para hacer cosas, la Política es la capacidad para decidir qué cosas hacer. Poder y Política se han convertido en dos actores globales que van por caminos separados. La Política ya no dispone del poder tradicional, por esta razón, Bauman dice que los políticos no necesariamente tienen la culpa; hagan lo que hagan, no tienen suficiente capacidad para hacer cambiar las cosas. Por tanto, urge restablecer el equilibrio entre Política y Poder.

Retomando la idea de “la buena sociedad”, la primera noción a entender, para no estancarse, es el “bien común”. Es necesario, pues, un sentido de misión colectiva. ¿Cómo llegamos a esa idea del “bien común” y “la buena sociedad”? Bauman no contesta, no tiene recetas, e incluso, nos advierte de no confiar en sociólogos con métodos de bola de cristal. La ambición de Bauman no va más allá del esfuerzo que haya podido hacer para realizar un correcto análisis de la realidad social y mostrarnos sus resultados.

No obstante, Bauman da algunas referencias para poder transitar por caminos provechosos. Por ejemplo: crear escenarios parecidos a laboratorios donde la gente pueda buscar nuevos medios de acción, haya posibilidad para la heurística y se puedan producir comportamientos ejemplares que exhibir. Al igual que Richard Sennett, Bauman apoya la colaboración informal abierta como procedimiento que nos aproximará a una idea y a una praxis de sociedad más justa. Se trata de crear polílogos en múltiples perspectivas que no presupongan reglas por anticipado. No se pueden decidir por adelantado las reglas que van a tener que ser tenidas en cuenta para una sociedad más próspera. Por tanto, las reglas se irán estableciendo en el transcurso del propio diálogo (el polílogo). Sólo desde la informalidad se podrá llegar a la colaboración y a la cooperación para poner en práctica las ideas.

Bauman intentó explicar esto último alegóricamente a partir de la maquiavélica trampa de la diversidad que puso en práctica Mao Tse-Tung, el cual  dejo que florecieran 100 flores -haciendo creer que preservaba la diversidad- para luego destruir las 99 flores que no podían ser toleradas. Es éste un ejemplo donde sólo un individuo elige qué flor seguirá con vida. Ante el dilema de no saber cuál es la mejor flor, se precisa  una mente abierta al debate, al diálogo, a la reflexión. Concediendo al diálogo (al polílogo) el tiempo suficiente, será más probable que cada vez más gente llegue al consenso de decidir qué flores permitir que florezcan; e incluso, hasta se podrá llegar a saber si es más conveniente que existan las 100 flores.

Foto: Konrad Pustoła para Solidarność Camp

Zygmunt Bauman terminó la conferencia calificando su discurso de vago e indeterminado. La sensación de indeterminación se debe a que muchas veces anhelamos la simplificación y quisiéramos hacer el mundo menos complejo, pero no se puede, ni se debe caer en ese error. Toda vez que se tienda a simplificar, sería hacer del mundo una cárcel. Estamos en un “interregno” indefinido, indeterminado. Estamos rodeados de brumas.

Enlazo aquí el vídeo en youtube de la entrevista que le hicieron y retransmitieron en el programa Para todos la 2:

Enlace permanente a este artículo: https://cisolog.com/sociologia/somos-solitarios-conectados/

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  1. Un apunte más sobre esta entrada. Este artículo fue publicado unos días antes en el estupendo blog de Sociología de mi amigo y compañero Javier Prieto http://javierprietogonzalez.blogspot.com/

    PARTE 1: http://javierprietogonzalez.blogspot.com/2011/11/somos-solitarios-conectados-zygmunt.html
    PARTE 2: http://javierprietogonzalez.blogspot.com/2011/11/somos-solitarios-conectados-zygmunt_03.html
    PARTE 3: http://javierprietogonzalez.blogspot.com/2011/11/somos-solitarios-conectados-zygmunt_04.html

  1. […] la realidad de este concepto en nuestros días el pasado 15 de octubre de 2011 en Madrid (Véase: ¿Tiene futuro la solidaridad? Conferencia de Zygmunt Bauman)  Casualmente un día 15 y un día en el que se habían convocado concentraciones en 45 países […]

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