Cuando se revisan los modelos que tuvieron relevancia, hace nada…30, 20, 10 años…, en todo lo referente a los aspectos económicos y políticos dela Humanidad, encontramos teorías arrumbadas por el fracaso, lo mismo que estuvieron encumbradas en el éxito.
Aquellas teorías de John Maynard Keynes, que levantaron las economías del mundo tras el horror de la 2ª Guerra Mundial, y que luego se vieron sepultadas por el “tsunami” neo-liberal que llegó en los años 80 del pasado siglo, al calor de las teorías de Friedrich Hayek y Milton Friedman, que a su vez, ahora parecen estar en un proceso revisionista, con mucho esfuerzo, eso sí, por parte de gente prestigiosa como Paul Krugman o Joseph Stiglitz, parecían (parecen) dar las respuestas a los interrogantes que, en cada momento de la historia, los seres humanos han enunciado, de manera anhelante, para poder tener unas certezas, unos agarraderos intelectuales, que sirvieran para seguir en la dinámica vital del devenir de la civilización.
Tanto en unas épocas como en otras, siempre hay un actor principal: el individuo ; pero un undividuo entendido como unidad social que soporta o disfruta las consecuencias de las acciones que se llevan a cabo, bajo el paraguas de esos paradigmas tan triunfantes como efímeros, en términos históricos.
No es pretensión de estas líneas elaborar un catálogo pormenorizado de tipos de individuo, a la manera “weberiana”, pero sí es mi intención hacer un aporte en ese sentido, mediante el análisis, meramente conceptual, de una clase de individuo, que creo que se da en la actual realidad sociopolítica, que no es otra que la del individuo “escéptico-esperanzado”.
Para ello, creo que se debe avanzar una somera ampliación de ambas partes del concepto sugerido. Para ello, voy a recurrir a un análisis semántico, en primer término.
El término “escepticismo” tiene dos acepciones, según nuestro Diccionario dela RAE, a saber:
1. m. Desconfianza o duda de la verdad o eficacia de algo.
2. m. Doctrina de ciertos filósofos antiguos y modernos, que consiste en afirmar que la verdad no existe, o que, si existe, el hombre es incapaz de conocerla.
Y el término “esperanza”, a su vez, si consultamos la misma fuente:
1. f. Estado del ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos.
2. f. Mat. Valor medio de una variable aleatoria o de una distribución de probabilidad.
3. f. Rel. En la doctrina cristiana, virtud teologal por la que se espera que Dios dé los bienes que ha prometido.
Como se puede comprobar, el sentido que nos puede indicar el significado del concepto de “escéptico-esperanzado”, es bastante difícil de compaginar, pues, por un lado, nos conduce a la desconfianza, si no, a la propia imposibilidad de acceder a la verdad, mientras que, por otro lado, nos insufla un sentimiento de llegar a hacer posible nuestro deseo.
Entiendo que, para muchos, sea un ejercicio extraño plantear la idoneidad del concepto, pero tengo la convicción que, más allá de su dificil acomodo semántico, responde a un sentimiento real de muchos individuos actuales.
El “escepticismo” es una toma de postura, tanto en el terreno de la ciencia, como de la filosofía o las creencias religiosas, que existe desde que el hombre comienza, en las civilizaciones antiguas, a cuestionarse la irrefutabilidad de las afirmaciones imperantes.
En el terreno científico, viene a postular que si las afirmaciones pretendidamente científicas, no tienen veracidad suficiente, contrastada empíricamente, no merecen el carácter de tales.
Aquí podemos citar a gente como Carl Sagan, o su viuda Ann Dryuan, o Isaac Asimov, en los ámbitos de la divulgación científica, o Martin Gardner, en el terreno matemático, o Peter Mansfeld, en el terreno médico.
En el terreno filosófico, la “duda” es el sentimiento preponderante en el individuo que se define como escéptico; el significado de “verdad” es subjetivo, depende de cada individuo, por lo que, al no haber una verdad objetiva, no es necesario inquietarse por su conocimiento o por la defensa de cada postura.
Famosos filósofos escépticos clásicos fueron Pirrón (iniciador), Timón el Silógrafo, Luciano de Samosata y Sexto Empírico. Ya en el Renacimiento, el escepticismo influyó en los iniciales trabajos de Descartes, para generalizarse enla Ilustración, y decaer en la época del Romanticismo decimonónico.
En el terreno de las creencias religiosas, por último, encontramos que la autoridad eclesiástica es cuestionada, dudando de verdades o prácticas dogmáticas. Aunque muchos escépticos creen en un dios, se muestran reticentes a las organizaciones religiosas, por lo que no debe confundirse con el “ateísmo”. Una derivada del escepticismo religioso es el “agnosticismo”.
Personajes escépticos, en este sentido, fueron Thomas H. Huxley, Charles Darwin o Bertrand Rusell.
La “esperanza” es un sentimiento con marcado trasfondo religioso, que confiere al sujeto que la porta, la virtud de ser capaz de tener confianza y certeza en lograr sus fines, tanto a nivel moral como material. Es una de las tres virtudes teologolaes, en la creencia cristiana.
Tomando todos estos aspectos definitorios, mi postura es la de entender que, ante las situaciones actuales de muchos individuos, inmersos en procesos de pérdida paulatina de bienestar social, cuando no de quiebra abrupta de sus vivencias, como consecuencia de los retrocesos económicos y sociales que están a la orden del día, muchos de esos individuos, seguramente por una reacción inconsciente del cerebro, han transitado hacia sensaciones que se pueden enmarcar en ese sentimiento de, por un lado, ser incapaces de creer, o de aceptar sin más, las decisiones y los mensajes que les llegan de los poderes públicos, sean de la ideología que sean, que nos les han reportado nada positivo, muy al contrario, les han supuesto menoscabo de nivel de vida, y por otro lado, mantienen un grado de esperanza, también algo inconsciente, en que, en algún momento, de alguna manera, las situaciones se estabilizarán, alcanzando un “máximo” en la curva de las desdichas, para caminar, poco a poco, hacia territorios más halagüeños.
Periclitada la “dialéctica hegeliana”y el “determinismo histórico” de las tesis marxistas (1), al igual que la teoría hayekiana del papel meramente adaptativo del hombre en el proceso evolutivo de su desarrollo, sin que haya necesidad alguna de “planificación del futuro” (2), pieza clave de toda su construcción del liberalismo económico (único al que da valor esencial a preservar), y, por tanto, puesta en cuestión toda la arquitectura conceptual del liberal-conservadurismo, quedamos huérfanos de referencias que nos fijen un presente y un futuro estable y reconocible.
La realidad actual nos lleva a la vorágine de la lucha cruenta, y asimétrica, entre los restos de un enfoque distributivo de los recursos muy perjudicado por sus prácticas incoherentes, y la eclosión del “poder total” de la economía sobre la política.
En ese contexto, las personas deambulan, entre ese “escepticismo”, que “a fuer” de vivencias, se ha ido elevando sobre las antiguas conciencias y compromisos ideológicos, y una “esperanza”, casi mística, que quiere seguir luciendo en el “mar de las incertidumbres”.
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Rafael Domingo Sánchez 8 de enero de 2012.
WEBOGRAFÍA Y BIBLIOGRAFÍA
(1) cimm.ucr.ac.cr/…/Ocaso%20de%20una%20utopia/…/Parte_02_07.ht…
(2) Friedrich Hayek (En la encrucijada liberal-conservadora) Josep Baqués Quesada, pag. 35-36