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Postulados sociológicos sobre la naturaleza humana según Salvador Giner

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Por Rubén Crespo | Estudiante de Sociología en la UNED.
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Si buscamos cuál es el objeto de estudio de la sociología en las numerosas definiciones que se han escrito sobre esta ciencia en los múltiples manuales sobre sociología, encontraremos unas veces que son los colectivos sociales y sus formas de organización; otras, de manera más abstracta, la estructura y dinámica de las sociedades; o podemos encontrar que es la sociedad dicho a secas.  Sin embargo, y como nos advierte Salvador Giner en su Sociología[1] (Ediciones Península, 2010), no debemos olvidarnos que la sociología estudia principalmente al ser humano, y lo hace primordialmente a través de su dimensión social. La sociología no es la única, por supuesto, que tiene como objeto de estudio al ser humano, otras lo hacen desde otros enfoques diferentes: la neurología, la psicología, la antropología, etc. Giner deja claro que: «No puede haber mayor equivocación que la del observador que crea que el hombre y la condición humana se pierden en los entresijos de la teoría o de la investigación del sociólogo, como no sea el error que pueda cometer este último si olvida que lo que tiene la obligación de explicar es la vida de mujeres y hombres en situaciones sociales concretas» (p. 47).

La visión que del ser humano suele tener la sociología podría reducirse al término Homo sociologicus, esto es, una visión que sitúa al ser humano dentro de una estructura social y que la conciencia y formas de vida de éste vienen determinadas por la posición que ocupa en la estructura, así como del contexto cultural, económico y político. El término Homo sociologicus fue empleado por primera vez por Ralf Dahrendorf[2]. Más tarde, Raymond Boudon lo utilizó para demostrar las carencias gnoseológicas que tenía el Homo œconomicus, el modelo de comportamiento humano propuesto por los economistas neoclásicos. Así, frente a una elección, el “agente social” u Homo sociologicus en algunos casos no hará lo que “prefiere” ―como el Homo œconomicus con su dotación de preferencias―, sino los que le dictan las “costumbres” o los “valores” que ha interiorizado.[3] De todas formas, Salvador Giner nos dice que esto no es todo lo que la sociología supone del ser humano.

Sería incorrecto suponer que el ser humano posee una esencia inmutable e independiente de su contexto histórico y ambiental, sin embargo, la sociología admite que existen determinados rasgos que pueden considerarse permanentes en la especie humana. La sociología interpreta que estos rasgos permanentes son los que hacen posible la naturaleza histórica y cambiante de la sociedad (p. 48). Giner explica aquí que aunque pueda resultar una paradoja:

[…] la naturaleza cambiante de la sociedad no puede explicarse sin cierta referencia a aquellos rasgos permanentes que hacen de la raza humana una especie sin parangón en el reino animal. A su vez, la sociedad, en cada estadio de su cambio histórico, en cada grupo, institución y cultura, moldea las pasiones humanas, sus capacidades cognoscitivas y sus habilidades como Homo faber […] En el hombre, lo permanente posibilita lo mudable.

A continuación expongo de forma sintética los trece postulados sociológicos sobre la naturaleza humana según Salvador Giner. Antes de seguir, tengo que advertir aquí que para evitar malas interpretaciones de los propósitos de Giner, será conveniente acudir a su libro para leer los corolarios y otras explicaciones que va realizando en los diferentes postulados, además de ver el contexto del capítulo en el que se inscriben: Las dimensiones primordiales de la sociedad, más concretamente, en el epígrafe: Naturaleza humana. Por otro lado, Giner afirma al final del epígrafe que estos postulados «son, en realidad, una invitación a la reflexión y a la crítica, así como su refutación posible a partir de de los argumentos que cada cual pueda aportar» (p. 53).

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Salvador Giner. Fuente: www.catradio.cat

Postulados sociológicos sobre la naturaleza humana

  1. Los seres humanos son animales. En la base de la vida social de la especie humana existen muchos rasgos compartidos con los animales, a saber, las tendencias biológicas de respuesta instintiva.
  2. Los seres humanos son animales que necesitan comunicarse mediante símbolos (mitos, creencias, conceptos) y especular sobre las causas de los fenómenos a través de la inducción, la seducción y la creencia.
  3. Los seres humanos están dotados de una fuerte tendencia a maximizar su satisfacción física, según se lo permitan los recursos disponibles.
  4.   Los seres humanos intentan maximizar su dicha y bienestar subjetivos según se lo permitan los recursos físicos y sociales disponibles, y ello a menudo en detrimento de su propio bienestar físico objetivo, así como en detrimento del bienestar físico o moral de sus congéneres.
  5. Los seres humanos estiman especialmente aquellas actividades en las que obtienen reconocimiento social de su logro en forma de reputación, deferencia, honores o recompensa a través de bienes simbólicos o materiales.
  6. No hay límites innatos al deseo del ser humano por la apropiación de bienes, honores, privilegios y servicios. Los límites que frenan tal deseo incontrolado vienen dados por los recursos disponibles y por la estructura social y moral del mundo en el que vive.
  7. La conciencia de los seres humanos son el producto de:
    • Sus capacidades y recursos biológicos individuales (edad, sexo, belleza, fuerza, inteligencia, etc.).
    • Su biografía: proceso de aprendizaje o socialización.
    • La comunicación con los otros miembros de la especie, así como las definiciones de la realidad que se producen y transmiten en la comunicación.
    • Su posición en la estructura social.
    • Los recursos ambientales.
  8. La conducta del ser humano hacia la maximización de su bienestar subjetivo varía de unos a otros, según los recursos individuales de cada uno.
  9. Los seres humanos poseen también tendencia hacia la conducta altruista y se manifiesta mediante actos de solidaridad hacia los demás, sobre todo con los miembros de sus propias comunidades.[4]
  10. Para los seres humanos, los mitos, la conciencia colectiva y los lazos comunitarios son esenciales para el mantenimiento de la cohesión social.
  11. Los lazos y la conciencia comunitarios dependen de la necesidad emocional que tienen los seres humanos y, en toda sociedad compleja, coexisten en conflicto con sus estructuras de desigualdad, poder, privilegio y diferenciación interna.
  12. Los seres humanos se esfuerzan por controlar los recursos y maximizar su bienestar subjetivo. Para ello, en la mayoría de los casos, se valen de los siguientes criterios:
    • Los intereses y preferencias del individuo.
    • La conducta altruista depende de la consecución de intereses propios.
    • Las estrategias y tácticas empleadas para conseguir los fines depende de la estructura social, de la cultura moral predominante y de la conducta que toleren el resto de individuos, grupos o instituciones sociales.
    • Cuando los individuos pueden perseguir sus intereses individualmente, no lo hacen solidaria ni colectivamente.
    • Los lazos comunitarios (étnicos, familiares, clasistas, amistad, partido, nación, etc.) son un criterio decisivo para el posicionamiento de los individuos en la estructura social.
    • La interacción social depende de una red de normas de intercambios cuyo criterio sobre lo que es justo depende a su vez de la estructura social. Tal criterio se crea y se modifica mediante la negociación continua entre sus protagonistas.
  13. La especie humana, a diferencia del resto de especies, tiene la particularidad de la innovación, característica que posibilita que el ser humano se esfuerce por ser libre.
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[1] GINER, SALVADOR. (2010). Sociología. Ediciones Península.

[2] La expresión Homo sociologicus proviene de Ralf Dahrendorf en un texto homónimo, dentro del libro Pfade aus Utopia, Piper, Munich 1967.

[3] BOUDON, R. (1979) La logique du social. Hachette.

[4] En caso de que entren en conflicto egoísmo y altruismo, se suele preferir la maximización del bienestar personal antes que la conducta altruista, pero cuando el acto altruista incrementa el privilegio o poder de un individuo (o grupo), se suele preferir antes que el bienestar propio. Dicho de otro modo: «el altruismo es, normalmente, función del egoísmo» (p. 51).