En 1992 Naciones Unidas declaró el 22 de marzo como el Día Mundial del Agua con el objetivo de llamar la atención sobre la importancia del agua dulce y promover una gestión sostenible de los recursos hídricos. Este año la temática específica versa sobre la Seguridad Alimentaria.
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«En el mundo de hoy, el agua es algo más que una fuente de vida. La falta de acceso a ella es motivo de pobreza, desigualdad, injusticia social y crea grandes diferencias en las oportunidades que ofrece la vida. La escasez de agua es importante porque es un derecho humano, y ninguno de nosotros debería cerrar los ojos ante la violación de un derecho humano. Tampoco deberíamos tolerar un mundo en el que más de un millón de niños, literalmente y de la manera más perversa, mueren por un vaso de agua o un inodoro»
Kevin Watkins.
Director, Oficina del Informe sobre Desarrollo Humano de Naciones Unidas
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En relación con los principales avances que, en materia de acceso al agua y al saneamiento adecuado han tenido lugar en los últimos años, UNICEF y la Organización Mundial para la Salud (OMS) hacían público, a principios del mes de marzo, el informe Progreso sobre el agua potable y saneamiento 2012 (Progress on drinking water and sanitation 2012). En él se aborda el grado de cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM)[1], en concreto los aspectos relacionadas con el Objetivo 7 “Garantizarla Sostenibilidad del Medio Ambiente“; Meta7.C “Reducir a la mitad, para 2015, la proporción de personas sin acceso sostenible al agua potable y a servicios básicos de saneamiento”.
Según el documento hay buenas noticias: la meta de reducir a la mitad la proporción de la población sin acceso sostenible al agua potable entre los años 1990 y 2015 se alcanzó en 2010, cinco años antes de lo previsto. Con esta afirmación y sin preguntarnos más acerca de la información que hay detrás, podríamos estar contentos, deberíamos felicitarnos porque los esfuerzos de tantas instituciones y ONGs que vienen trabajando desde hace décadas para que la gente no muera de sed o de enfermedades asociadas a la mala calidad del agua, han recogido sus frutos.
Sin embargo, ¿debemos congratularnos con el hecho de que a día de hoy más de 780 millones de personas aún no tenga acceso a fuentes mejoradas de agua potable[2] y 2.500 millones carezcan de saneamiento adecuado?[3] Además, si continúan las tendencias actuales, las cifras seguirán mostrado una inaceptable realidad: para el año 2015, 605 millones de personas no tendrán acceso a agua potable y 2.4 millones no tendrán acceso a un saneamiento adecuado.
Asimismo, las diferencias entre las distintas regiones del mundo son enormes. Mientras que la cobertura de acceso a fuentes de agua potable en América Latina, el Caribe y gran parte de Asia es del 90% o superior, en la región de África subsahariana desciende hasta el 61%. África sigue siendo la más olvidada. También son importantes las diferencias entre zonas urbanas y rurales.
Se estima que el 96% de la población urbana mundial utiliza un sistema de agua mejorado, de los cuales el 80% de la población mundial urbana cuenta con un sistema de conexión de agua corriente. Sin embargo, el porcentaje de población con sistema de agua mejorado desciende hasta el 81% en las zonas rurales y sólo el 29% tiene conexión de agua corriente. Si nos enfrentamos al reto del saneamiento los datos son aún peores. El 79% de la población urbana cuenta con sistemas de saneamiento adecuados, mientras que únicamente lo tiene el 47% en las zonas rurales, lo que se traduce en que 1.8 millones de personas no tienen acceso a estos servicios, es decir, el 72% de la población mundial carece de acceso a saneamiento adecuado.
Pero aún hay más factores que nos impiden aplaudir este supuesto cumplimiento: existe una carencia en las fuentes de información y de disponibilidad de datos, como el propio informe reconoce. Se sabe, con mayor o menor grado de acierto, quiénes acceden al agua pero se desconoce la calidad del agua del que se abastecen, es decir, no se está realizando una vigilancia sistemática a nivel mundial sobre parámetros microbiológicos y químicos dado su elevado coste y su compleja logística. Parece que, en este sentido, hay evidencias suficientes para señalar que el número total de personas que consumen agua potable de fuentes seguras está sobreestimado.
Las cifras y los datos (o su ausencia contrastada) tras los titulares iniciales, bloquean nuestra momentánea satisfacción. Aún queda mucho por hacer, mucho trabajo que desarrollar para que cada 20 segundos no muera un niño en el mundo por causas relacionadas con el agua.
Son necesarios más impulsos, máxime si miramos más allá del agua (sin agua no hay vida, pero el agua no lo es todo). Si ahora nos ponemos otras gafas, no sólo las que muestren una realidad hídrica parcial sino una visión de conjunto, parece claro que podemos afirmar que nos queda mucho por luchar para alcanzar otros muchos Objetivos de Desarrollo del Milenio. Por ejemplo, el hambre; temática central de este Día Mundial de Agua.
Sin agua no hay vida y sin alimentos (que requieren agua para su cultivo), tampoco. Sin agua, no es posible la producción de los cultivos básicos necesarios para un autoabastecimiento suficiente que asegure una alimentación mínima para la subsistencia de las familias; sin agua no es posible el cuidado de las cabañas ganaderas y la producción piscícola depende también la cantidad y calidad de las aguas, tanto costeras como fluviales. El hecho es que cada noche se van a la cama con hambre 925 millones de personas[4], lo que implica que estamos también muy lejos de alcanzar este otro objetivo marcado (el primero de los ODM) de erradicar la pobreza extrema y el hambre.
En conclusión, no podemos celebrar nada; nada que nos impida tener la conciencia totalmente tranquila con el drama hídrico y alimentario que sufren millones de personas en el mundo. Una tragedia que lejos de estar en vías de solucionarse, puede incrementarse; no tanto por cuestiones técnicas para poder alimentar a los 9.000 millones de personas que previsiblemente habrá en el año 2050; sino por la falta de voluntad política para dar solución a un problema que nos afecta directamente a todos los ciudadanos del Planeta Tierra.
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Irene Pérez 22 de marzo de 2012- Irene Pérez es licenciada en Ciencias Ambientales porla Universidadde Alcalá, especializada en Educación Ambiental y Desarrollo Sostenible, posgraduada en Cooperación Internacional a Desarrollo.
Notas:
[1] En septiembre de 2000, los dirigentes de 189 naciones prometieron se reunieron en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, para aprobar la Declaración del Milenio, comprometiendo a sus países con una nueva alianza mundial para reducir los niveles de extrema pobreza y estableciendo una serie de objetivos sujetos a plazo, conocidos como los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) y cuyo vencimiento del plazo está fijado para el año 2015.
[2] Con fuentes mejoradas de agua potable se hace referencia a conexión doméstica, pública, pozo protegido o recolección de lluvia; no pudiéndose incluir los sistemas de potabilización empezados en los países denominados desarrollados.
[3] Por su parte, el acceso a saneamiento adecuado hace referencia a una adecuada disposición de excrementos (privada o compartida, pero no pública) que puede prevenir el contacto tanto humano como animal con la excreta. Las instalaciones mejoradas van desde simple letrinas hasta inodoros. Para ser efectivas las deben estar correctamente construidas y mantenidas.
[4] Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) de 2010.