El factor Spinoza. Entrevista a Vicente Hernández Pedrero

Por Javier Prieto
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Spinoza lo dejó claro: la razón no pide nada contra la naturaleza

Hernández Pedrero

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El profesor adscrito al Departamento de Historia y Filosofía de la Ciencia, la Educación y el Lenguaje de la Universidad de La Laguna, Vicente Hernández Pedrero, ha publicado recientemente con los servicios editoriales de dicho centro académico una obra titulada La ética de la inmanencia, el factor Spinoza. Este volumen pretende iluminar la presencia del pensamiento del filósofo racionalista en medio de la trama filosófica de la época actual. Hernández ha departido con este medio sobre la importancia en la filosofía actual de las ideas spinozistas, sobre la religión y sobre la propia ética del ser humano ilustrado.

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Sitúenos en un contexto histórico para entender con profundidad la obra de Espinoza.

En el siglo XVII no existía siquiera la idea de democracia. Había que reinventarla a partir de una remota noción de democracia ateniense y republicanismo romano. Pero ese era un asunto filosófico del que no eran conscientes las clases populares. Cuando Spinoza publica en 1670 el Tratado teológico-político pretende instruir, ilustrar acerca de la tolerancia democrática frente a la intolerancia y el dogmatismo religioso.

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Y para localizar aun más, ¿cómo eran las relaciones entre los individuos con cierto grado de conocimiento?

Hay una anécdota curiosa relacionada además con Canarias, después de su expulsión de la Sinagoga de Amsterdam, en 1656, Spinoza estuvo acudiendo durante unos años, al menos hasta 1661, a las tertulias clandestinas de un grupo de exiliados españoles -Spinoza hablaba y escribía con soltura en castellano-. Estas tertulias se celebraban en casa de “un caballero canario” llamado José de Guerra. Así quedó documentado tras una serie de denuncias en los archivos de la Inquisición española. Recordemos que por aquel entonces se exportaba vino desde Canarias hacia Holanda. Por lo que sabemos, este noble terrateniente  de la familia de los Guerra de La Laguna mantenía conexión secreta con el exilio español en Amsterdam y acabó fijando su residencia en esa ciudad. Se trata sin duda de uno de esos precursores de la Ilustración en las islas que habría que rescatar, anfitrión de Spinoza y testigo directo del origen mismo de la razón ilustrada europea.

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Casa de Spinoza. Rijnsburg, cerca de Leiden ( Holanda) . Spinoza habitó esta casa entre 1661 y 1663.

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Su libro sobre Spinoza se titula La ética de la inmanencia, ¿Podría darnos algunas claves de este título?

La ética de la inmanencia encuentra la fuente de toda conducta moral dentro de nuestra propia realidad material. Lo que sea bueno moralmente no trascenderá nuestra condición natural y a la vez social. (Somos una especie social por naturaleza). No hay por tanto ningún fundamento espiritual o metafísico detrás de la razón humana. “La razón no pide nada contra la naturaleza”, dejó dicho Spinoza.

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En esa Europa, digamos, de los estados soberanos, ¿representaba Spinoza el nuevo pensamiento que pretendía romper la hegemonía del pensamiento absolutista?

La publicación en 1670 del Tratado teológico-político formaba parte de un proyecto de mayor calado. Diez años antes había comenzado la redacción de la Ética, que prosigue hasta 1675, y todavía en el momento de su muerte, en 1677, deja inconcluso el Tratado político donde pretendía culminar su reflexión en torno al estado democrático. Spinoza es el primer autor de la democracia moderna, adelantándose un siglo a Kant, Rousseau, Voltaire… A pesar de ello su modelo de democracia es mucho más rico y complejo por venir ligado al proyecto de autorrealización de la ética, tal como he querido mostrar en mi libro.

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¿Cuál era pues su idea de Estado y la forma de gobierno “ideal”?

La democracia en Spinoza no tiene carácter liberal en el sentido de un pacto o contrato de defensa de los distintos intereses individuales, a partir del derecho a la propiedad privada. Ese es un concepto burgués de democracia del que participan todos los ilustrados, desde Hobbes, contemporáneo de Spinoza y del que este se distancia en el Tratado teológico-político, hasta Kant o Montesquieu, exceptuando quizás a Rousseau y su noción de “voluntad general”. La democracia spinozista, en cambio, no es producto de un contrato entre individuos que quieren salvar sus intereses privados, sino un acuerdo entre sujetos que buscan sumar voluntades, “aumentar su potencia” de forma colectiva.

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¿Fue Spinoza el precursor de la nueva forma de pensar liberal y republicana que más tarde adaptarían otros autores?

Se trata por tanto de una democracia participativa y directa, de un concepto dinámico de democracia. El sujeto de la ética busca el acuerdo político con los otros para mejorar su propia realidad subjetiva. En Spinoza, el acuerdo político democrático es producto de un segundo género de conocimiento, el de la razón, que deja atrás un primer género, el imaginario, teológico o dogmático, pero que aún debe contar con un tercero hacia el que cabe avanzar: el de la autorrealización ética del yo en el mundo.No es casual, por otro lado, que el spinozismo sirva de inspiración a Antonio Negri y Michael Hardt, autores de obras como Imperio o Multitud, en su búsqueda de alternativas democráticas al actual orden capitalista.

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¿Qué innovaciones realizó Spinoza, en cuanto a esa libertad democrática contextualizada en una etapa marcada por un poder político totalitario?

En términos actuales, la democracia spinozista sería algo así como el ideal de democracia participativa, no sometida a los intereses de los mercados capitalistas y que permite el progreso moral y cultural de los ciudadanos, no sólo la salvaguarda de su bienestar individualizado.

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Desde la influencia del racionalismo cartesiano y desde su sistema filosófico panteísta, ¿cómo ordenaba Spinoza la vinculación del poder político religioso?

Spinoza no es panteísta. El panteísmo implica una dimensión de espiritualidad general en el mundo y sobre todo de depotenciación de la subjetividad que casa muy mal con el spinozismo. Lo que hace Spinoza con su filosofía de la naturaleza es “deconstruir” la idea de Dios como ser transitivo y creador del universo, pero lo hace para rescatar el poder de la subjetividad, la potencia del yo mediante la superación de la falsa idea de vida después de la muerte y reencuentro con ese dios transitivo.

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Vicente Hernández Pedrero en el jardín de la casa, junto a un busto dedicado a Spinoza.

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En esa relación entre política y religión, Spinoza aplicó su método racionalista y crítico los textos bíblicos. Se preocupó en buscar unas leyes que administraran la moral y la religión, ¿su desconfianza no era tanto por la propia religión sino de quienes la manejaban? ¿cómo “comulgaba” su laicismo con un Estado sometido a los dogmas? 

Tal como muestro en mi libro, lo que busca Spinoza con sus tres géneros de conocimiento que recorren toda la ética es la mayor potencia del sujeto en su paso material por este mundo, sin falsas expectativas de otro mundo metafísico o sobrenatural. A Spinoza sin embargo le incomodaba el apelativo de ateo por su connotación de conducta irreverente o de ofuscación iconoclasta. Spinoza era partidario de una serenidad intelectual compatible con el respeto y la tolerancia a todo tipo de creencias, aunque, evidentemente, él defendía una ética materialista.

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La obra más importante de Spinoza fue “Ética”, donde aplica el método matemático para explicar la naturaleza humana ¿pudo ser esta una aproximación empírica y positiva de la filosofía?

La Ética de Spinoza es inseparable de la ciencia moderna y de la nueva visión no antropocéntrica del universo. A pesar de estar pensada en el siglo XVII es mucho más radical en este sentido que todo el pensamiento filosófico posterior. Es por ello que está siendo ahora reivindicada por la neurociencia (valga como ejemplo  el libro de Antonio Damasio: En busca de Spinoza) como antes lo fue por Einstein o por Freud en sus diferentes coordenadas de pensamiento. El motivo hay que buscarlo en la condición “anómala” de Spinoza, como pensador libre de todo tipo de condicionantes religiosos por moverse existencialmente en ese territorio que Yirmiyahu Yovel ha llamado del “marranismo de la razón”, es decir, la forma particular de pensamiento de aquellos hispanos que terminaron por descreer tanto de la religión cristiana como de la judía. A partir de la observación astronómica de un único universo infinito y en movimiento, Spinoza saca la conclusión, frente a Descartes, de una única sustancia con infinitos atributos, sustancia de la que los seres humanos formamos parte por medio de los atributos de la extensión y el pensamiento, es decir, del cuerpo y de la mente. Esta última, la mente, que Spinoza llama en latín, mens, no puede confundirse con el alma, anima, concepto que es propio de Descartes, y está conectada con el cuerpo en pie de igualdad, no hay prevalencia de un elemento sobre otro porque ambos participan de la sustancia única, de la materia general del universo, cuerpo y mente, mente y cuerpo mantienen entre sí una relación por medio de afectos o emociones del cuerpo y de ideas en la mente. No hay afecto sin idea, ni idea sin afecto.

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La razón y la moral en la ética contemporánea, una necesaria reflexión alrededor de la naturaleza humana y su relación con los actuales escenarios globalizantes, ¿cómo debe ser pensada la ética actual?

Hoy se reivindica el papel de las emociones en la inteligencia humana y en la conducta racional de los individuos. Es el final del dualismo teórico y el comienzo de una nueva etapa del pensamiento. Pues bien, la Ética de Spinoza está en el origen de este giro de la filosofía actual.

Antes he hablado del tercer género de conocimiento. Aparece formulado en la parte quinta y última de la Ética. Con él culmina filosóficamente Spinoza una actitud vital que le llevó en 1656 a ser expulsado de la Sinagoga judía de Amsterdam: la afirmación de que no hay vida eterna después de la muerte y que por tanto debemos potenciar al máximo el contenido de nuestra vida material en la tierra. Para ello el valor del otro ser humano es crucial. La ética de Spinoza afirma la relación yo-otro, los vínculos internos de la especie humana, para avanzar hacia “una mayor potencia”, que podríamos traducir en el mayor equilibrio psicosomático de cada ser humano como miembro de la especie.

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¿Cuál cree que es la función que la religión realiza dentro de la cultura humana?¿Acaso satisface necesidades que no pueden satisfacer ninguno de los otros factores socioculturales?

Frente al dominio de la religión, que tiende a dividir y enfrentar a la especie – en realidad lo ha venido haciendo a lo largo de toda la historia de la humanidad- el tercer género de conocimiento supone la superación de la religión, como pensamiento erróneo e imaginario propio de un primer género, y el auto-reconocimiento de la especie como tal.

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El ser humano se obstina a no enfrentarse a la nada después de la muerte, somos seres orgánicos y sociales; nacemos, nos socializamos y morimos. La religión nos “acompaña” en ese camino y nos garantiza la eternidad. ¿es imposible no creer? ¿cuál es la actitud del yo ante la eternidad y la muerte?

El problema es nuestra debilidad metafísica ante la muerte, que da paso a toda suerte de creencias religiosas o místicas de salvación fuera de este mundo. Por eso la Ética de Spinoza sigue siendo un reto para el pensamiento humanista y, a la vez, un objetivo cada vez más fundamentado en el conocimiento científico y natural de nuestro tiempo.

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Entrevista realizada por:
Tomás Javier Prieto González
www.creativacanaria.com
Santa Cruz de Tenerife 24 marzo 2012

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