La educación ha de indagar en este concepto, como campo educativo y didáctico excepcional
La universalidad es un reto que trasciende la educación promovida desde los sistemas educativos, y la emergencia de una nueva mentalidad universal ha de ser considerada el epicentro formativo de nuevas concepciones, para el cambio interior y exterior. Porque la educación no puede estar dimensionada ni teñida de nada, ni ser europea, ni de izquierdas, ni confesional, ni occidental, ni capitalista, ni nada que no sea universal, o, en su defecto, no-parcial, como decía Ferrer Guardia. En definitiva, la educación debería promover la universalidad, por su extraordinaria riqueza.
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Fuente: Tendencias 21. Por Agustín de la Herrán Gascón (17/04/2012)
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La universalidad, un referente para la construcción social
En su ensayo sobre la desobediencia, E. Fromm (1987) escribía: “Puede decirse sin exageración que nunca estuvo tan difundido por el mundo como en la actualidad el conocimiento de las grandes ideas producidas por la especie humana, y que nunca esas ideas fueron menos efectivas que hoy” (p. 45).
Una de esas grandes ideas es la universalidad. Hoy, cuando la normalidad es un desequilibrio planetario creciente (como ha reiterado tantas veces F. Mayor Zaragoza causado por una recalcitrante miopía interior, todavía no se ha reparado en la urgencia de la universalidad como referente para la construcción social, más allá del ego. En efecto, la educación todavía no ha indagado en la universalidad como un excepcional campo educativo y didáctico, legitimado por el imperativo de aspirar al desarrollo más pleno posible del ser humano, más allá de la cortedad de miras (1).
Y es que no existe el derecho a la universalidad, y ni siquiera a la no-parcialidad. En la “Declaración Universal de los Derechos del Niño”, proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1959 (resolución 1386), se reconoce, entre otros, el “Derecho a un nombre y una nacionalidad” (nº 3). Por tanto, ¡el niño tiene derecho a una limitación nacionalista! A efectos de planteamientos educativos, políticos, etc. basados en tal contenido, se está invitando, tácitamente, a asumir como normal y deseable este condicionante, justificado y avalado internacionalmente. ¿Qué sistema educativo se resistiría a promoverlo? Tomando como referencia la perspectiva que desarrollamos, al derecho del niño antes enunciado tendría que seguirle otra razón: es un imperativo el derecho a poder trascender ese derecho limitante. Es deber de toda administración, del adulto y de los profesionales de la educación otorgarle ese derecho.
Pero la universidad no va a la zaga. Entre las funciones de la universidad, tanto la Ley Orgánica de Reforma Universitaria de 1983 como la Ley Orgánica de Universidades de 2002 apoyan el desarrollo social y económico orientándolo al ámbito nacional y de las comunidades autónomas. E incluso la Conferencia Mundial sobre la Educación Superior para el Siglo XXI se refiere a la difusión de las culturas nacionales, regionales, internacionales e históricas, en un contexto de pluralidad (V. Ortega, 2002, adaptado)… sin llegar a la cultura de universalidad, pese a subyacer a todas ellas como “anhelo” (J.A. Suárez, 2001) silencioso, acaso como verdadero paradigma complejo y orientado.
En consecuencia, sería imprescindible orientar la enseñanza más allá del sesgo nacionalista y de todas las demás creencias parciales. ¡Las limitaciones para el ser humano, y no el ser humano para las limitaciones! Sobre todo, aquellas que dañan o que no benefician, como es el caso cuestionado. ¿Cómo podría la educación conformarse con menos?
Cinco perspectivas de universalidad
b) Perspectiva de la no-parcialidad: La universalidad trasciende el mundo de las pequeñas ambiciones: el deseo de preeminencia egocéntrica, el parcialismo, la dualidad, la identificación limitada, el narcisismo colectivo (Horkheimer, Lasch), la dificultad para la convergencia, la ausencia de duda, etc. En definitiva, no permanece en lo que abona la miseria humana, no se queda con ella. Para acceder a ese sentido de orden superior, es preciso no identificarse sólo o fundamentalmente con identificaciones dependientes de sistemas incapaces de colocar su propio interés en función de la evolución humana, gran variable intencional verdaderamente global.
Universalidad se opone a sólo-limitación, egocentrismo compartido, ismo cerril. Nada más pegado a la vida que su pretensión, nada más legítimo que su prosecución. De aquí que J.L. García Garrido (1986) observe, por ejemplo: “la necesidad de superar las actuales barreras que los nacionalismos imponen a los sistemas educativos” (p. 218).
La razón principal que avala penetrar en su conocimiento, radica en la naturaleza misma de la educación, cuya labor es definitoriamente “universal” (T. Arnold, 1920, p. 72). Deducimos de esto que un problema educativo fundamental del ser humano radica en haber comprendido la posición y significación del pensamiento en la Naturaleza, respecto a la cual las vivencias “istas” (nacionalistas, racistas, sexistas, partidistas, etc.), además de obedecer a un mismo “síndrome egótico”, individual o compartido, pueden entenderse como representaciones mentales desecadas de la experiencia universal. P. Teilhard de Chardin (1967b), en La energía humana, expresaba que el problema fundamental de quien ha comprendido la posición y significación del pensamiento en la Naturaleza:
se ha convertido en asegurar, racionalmente, el progreso del Mundo del que formamos parte. No solamente como antaño, para nuestro pequeño individuo, nuestra pequeña familia, nuestro pequeño país -no solo, tampoco, para la tierra entera-, sino ¿cómo debemos nosotros, hombres de hoy, para la salvación y éxito del mismo Universo, organizar lo mejor posible, alrededor de nosotros, el mantenimiento, la distribución y el progreso de la Energía Humana? Toda la cuestión está ahí (p. 135).
c) Perspectiva de la convergencia: La universalidad podría conceptuarse como culminación hacia y de la convergencia humana. Más allá del “Todo lo que se eleva, converge” teilhardiano, proponemos que, análogamente, “Todo lo que profundiza, converge, y que “Todo lo que no converge es que no se ha elevado todavía”. Y es que a la vida humana y a las mentalidades escolares, docentes, investigadoras… nos sobra fragmentarismo y adolecemos de cooperación generosa. Especifico lo de generosa para diferenciarlas de las semiuniones que, como expresaba C.G. Jung (1983), “acumulan semihombres inmaduros” (p. 190).
d) Perspectiva de la motivación: La universalidad podría entenderse como la más alta motivación humana (Pascal, Rogers, Maslow, Dürckheim, Maharsi, García-Bermejo, etc.). Cualquier parcialidad puede pretenderla. Desde este punto de vista, lo definitorio no es la circunstancia de partida (funcional, social, cultural…), sino el sentido al que se polarizan los motivos sistémicos. Lo importante es no confundir “la luna y el dedo que apunta a la luna”. El ser humano se suele centrar en los dedos y sus características diversas. Por esta razón se tropieza a veces.
e) Perspectiva de la unidad: Podemos entender por universalidad y unidad dos facetas del mismo fenómeno: la universalidad, como sentimiento, actitud, conocimiento, estado de conciencia o mundo interior no fragmentado del sujeto. Y la unidad, como la culminación correspondiente a esa percepción global. En efecto: “La unidad, en la vida humana, no constituye un medio para el logro de ciertos fines. Es el medio por el cual llega el hombre a plenitud. La unidad es una meta” (A. López Quintás, 1991, p. 65).
Además, la conciencia de unidad trae repercusiones orgánicas positivas, medibles experimentalmente: “El móvil de la unidad y otras sutiles medidas psicológicas de la motivación, como la confianza afiliativa, se han vinculado con cambios favorables en el sistema inmunológico, en otros estudios que hicimos con el doctor David Mc Clelland en la Universidad de Harvard” (D. Goleman, 1997, p. 156).
Universalidad y Singularidad
Las estrategias del camaleón
b) El caminar concreto o machadiano, relativamente ciego, que crea rutas novedosas resultantes de la integración entre la singularidad y la universalidad.
c) El caminar consciente, resultante de colocar la singularidad en función de la universalidad.
Procesos creativos y diferenciales
Más allá de los sistemas educativos
Los sistemas escolares nacieron en gran parte como consecuencia del nacionalismo y se pusieron como uno de sus objetivos primordiales el de servir al nacionalismo, es decir, a eso que a veces se ha denominado el espíritu nacional o bien la identidad nacional del país en cuestión (J.L. García Garrido, 1997, p. 60).
Un sistema educativo se trasciende cuando coloca el énfasis en el desde sí, y no en el hacia sí ni en el para sí. Falta socialización, unidad y trabajo en beneficio de la evolución humana, único interés que a nadie menoscaba -menos a los sistemas egotizados-, para el desarrollo profundo de la “aldea global” (de la que hablaba el ensayista y profesor de la Universidad de Toronto H.M. McLuhan en los años 60), de la “ciudad mundial” (de D. Soldevilla, 1958), o de la centración, complejificación y elevación de la “Noosfera” hacia el Omega a que hace referencia la ingente obra teilhardiana. Pero se percibe cómo desde los cuestionarios oficiales y las prescripciones ministeriales y administrativas relacionadas con la educación, por un lado se promueve la autonomía pedagógica, cuyo origen se localiza en una fuerte identificación del centro educativo y de sus proyectos con su entorno. Y por otro se realza la importancia localista, cuyo resultado, en términos de orgullo narcisista, de separatividad y de distancia puede distar mucho de la verdadera formación. Porque la educación, como decía Ferrer Guardia, en sentido estricto, no puede estar dimensionada ni teñida de nada, ni ser europea, ni de izquierdas, ni confesional, ni occidental, ni capitalista, ni nada que no sea universal, o, en su defecto, no-parcial.
Ámbitos formativos para la universalidad
2) Autocrítica y desempeoramiento (A. de la Herrán, e I. González, 2002).
3) Mejora profunda centrada en la conciencia (A. de la Herrán, 1998).
b) De objetivos didácticos:
1. Sobre la necesidad de comprenderse y comprender a los demás.
2. Sobre la posibilidad de dudar y de desaprender significativamente en torno a multitud de capacidades con cuya eliminación se gana.
3. Sobre la coherencia como fuente de ética y signo de buen aprendizaje.
4. Sobre el propio proceso de desempeoramiento egótico aplicado a la comunicación didáctica y a la relación con los compañeros, para favorecer la madurez personal más allá del desarrollo profesional propio y ajeno.
5. Sobre la enseñanza de la superación de los sesgos de los alumnos debidos al docente y al medio social
6. Sobre la neutralidad, entendida como no parcialidad y universalidad en y de la educación, más centrada en la condición humana que en cualquier tipo de cualificación circunstancial y fragmentaria, buscando la universalidad, o en su defecto la no-parcialidad.
7. Sobre el respeto didáctico, entendido como modo de desarrollar la enseñanza de forma insesgada o desde planteamientos o actividades ecuánimes o procesos dialécticos, más allá del razonamiento fragmentario.
8. Sobre la inducción a la complejidad, desde la capacidad de rectificación y la superación de sesgos, fluctuaciones hacia lo más completo o no parcial y su capacidad de complejidad de conciencia aplicada.
9. Sobre las influencias y prejuicios evaluativos, desde la evitación de la influencia de prejuicios en el conocimiento.
10. Sobre lo que comunica, une y eleva socialmente, destacando aquellos contenidos sociales y humanos convergentes, por encima de los fragmentadores y distanciadores.
11. Sobre la evolución grupal e individual a través de una didáctica orientada a la evolución personal y grupal de profesores y alumnos.
c) De capacidades más allá del ego:
1) Relacionadas con el reconocimiento de los apegos, identificaciones y sesgos propios y ajenos.
2) Relacionadas con el desarrollo de un razonamiento dialéctico, integrador y creativo más capaz.
3) Relacionadas con el incremento de complejidad de conciencia (discriminación, reflexión, comprensión, empatía, visión, interiorización, convergencia, apertura, etc.)
d) De temas radicales o espirales de transversales:
1) Educación para el autoconocimiento, el control y la reducción del ego.
2) Educación para la complejidad de la conciencia.
3) Educación para la duda, la autocrítica y la rectificación.
4) Educación para la no-dependencia.
5) Educación para la convergencia y la cooperación no-parcial.
6) Educación para un lenguaje universal.
7) Educación para la muerte.
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1 comentario
En mi primera lectura, como no decir muchas sugestiones; lo trascendental que es el factor educación y la personalidad, el ser íntimo y el modo de ser de los seres humanos. Despierta mucha más inquietudes. Un magnífico y documentado artículo. Un saludo.