El conflicto. Sociología del antagonismo

Conflicto_GSimmel

El conflicto
Sociología del antagonismo

Georg Simmel

Sequitur, 2013

Aunque en su momento Georg Simmel pasó desapercibido en los albores de la disciplina sociológica, hoy es considerado como uno de los padres fundadores de la sociología. En nuestros días sus estudios micro-sociológicos, que no pierden de vista el carácter macro de la sociología, tienen una recepción más generalizada por cuanto la sociología de Simmel, que puso especial atención a las acciones recíprocas de los individuos, tiene un carácter bastante fecundo para los análisis cualitativos, los cuales han experimentado un enorme auge en los últimos años dentro de la investigación social. En este sentido, es de agradecer el compromiso de la editorial Sequitur1 con la obra de Georg Simmel que entre sus publicaciones cuenta con El secreto y las sociedades secretasEl pobre. Sociología de la exclusiónEl extranjero. Sociología del extraño (también reseñado en Cisolog: ver aquí); y el libro que aquí presentamos: El conflicto. Sociología del antagonismo.

Entre los elemento comunes que agudizan particularmente el conflicto, destacan dos: el compartir unas mismas cualidades y la pertenencia a un mismo contexto social. […] Cuando imperan la paz o el afecto, la disonancia protege la asociación, es como una señal de alarma […] Pero si el propósito fundamental de preservar la armonía llega a faltar, la consciencia del antagonismo será más aguda, ahí donde impera la semejanza.

(p. 39)

Según Georg Simmel (1858-1918), el conflicto no es un accidente en la vida social. El conflicto es parte integrante y necesaria de las sociedades y de las relaciones humanas: es un factor integrador, una forma de socialización sin la que las sociedades no pervivirían.

Simmel invierte, así, la opinión común que sostiene que la cohesión social exige atajar o, cuando menos, apaciguar los antagonismos: antes al contrario, los antagonismos contribuyen a la unidad de la vida social. En este sentido, nos recuerda que, más allá de las invitaciones de la religión, la poesía o la filosofía a vivir en comunión, concordia y amistad, el ser humano es también animosidad e instinto de lucha: simpatía y hostilidad se entremezclan en la unidad de la vida social e individual.

El conflicto

Que el conflicto tiene relevancia sociológica, por cuanto genera o modifica comunidades de intereses, unidades y organizaciones, no es algo que se ponga en duda. Sí puede, sin embargo, resultar más paradójico a la opinión común, preguntarse si el conflicto en sí mismo, con independencia de sus efectos sucesivos o inmediatos, es una forma de socialización. De entrada, puede parecer una simple cuestión de palabras. Si toda interacción entre los hombres es socialización, entonces, el conflicto, que no puede reducirse lógicamente a un sólo elemento, es una forma de socialización, y de las más intensas. Los elementos que sí pueden disociarse son las causas del conflicto: el odio y la envidia, la necesidad y el deseo. Cuando por estas causas estalla, el conflicto se convierte en una protección frente al dualismo que separa y en una vía hacia cierta unidad, sea la que sea y aunque suponga la destrucción de una de las partes −viene a ser algo parecido a los síntomas más violentos de las enfermedades: representan el esfuerzo del organismo por librarse de sus desajustes y dolores−. Esto no equivale al si vis pacem para bellum, esta trivialidad no es sino una opción puntual del principio general. El conflicto en sí mismo ya es una resolución de la tensión entre los contrarios; el que pretenda la paz, no es sino una expresión particular, y obvia, del hecho de ser síntesis de elementos, ya sea contra otro o con otro, bajo un concepto superior. Este concepto se caracteriza por diferenciarse de la simple indiferencia. El rechazo y la disolución de la relación social también son negaciones; pero el conflicto representa el elemento positivo por cuanto teje, desde la negatividad, una unidad que sólo conceptualmente, pero no en los hechos, es disyuntiva.

Es, sin embargo, más correcto decir que toda unidad conocida contiene, además de los factores que la unen, otros que obran contra su unidad. Desde el punto de vista de la positividad sociológica del conflicto, todas las formas sociales se estudian de modo específico: pareciera que, cuando se analizan las relaciones entre los hombres, los objetos tradicionales de la sociología no serían sino una subdivisión de la ciencia del hombre, más amplia y efectivamente determinada por un principio, el de unidad. Para la ciencia del hombre, sólo existirían dos objetos primarios o unitarios de estudio: el individuo y la unidad formada por los individuos, la sociedad, no cabiendo lógicamente ningún otro. De esta forma, el conflicto no podría analizarse en sí mismo, es decir, con independencia de su efecto sobre esas dos formas unitarias de la sociedad. El conflicto es, sin embargo, un hecho sui generis, y subordinarlo al concepto de unidad resulta tan forzado como vano, toda vez que significa la negación de la unidad.

Conviene, por lo tanto, ampliar el análisis distinguiendo las relaciones entre los hombres constitutivas de una unidad, es decir, las relaciones sociales stictu sensu, de las relaciones que actúan contra la unidad. Hay que tener, no obstante, presente que toda relación históricamente verificada suele participar de ambas categorías. Para que el individuo logre la unidad de su personalidad, no basta con que los contenidos de la misma se armonicen conforme a unas normas específicas, ya sean religiosas o éticas; la contradicción y el conflicto también intervienen, no ya sólo precediendo la unidad sino en cada momento de la vida del individuo. Del mismo modo, los movimientos convergentes de la unidad social están inseparablemente entrelazados con los divergentes. Un grupo exclusivamente centrípeto y armónico, una pura y sencilla “reunión”, no sólo no existe en los hechos sino que no encarnaría ningún auténtico proceso vital: la sociedad de los santos que Dante describe en el Paraíso, será una “reunión” pero, en cuanto tal, permanece ajena a todo cambio, a toda evolución; la santa asamblea de los Padres de la Iglesia, la representa Rafael, en la Disputa, si no como un conflicto, sí como una pluralidad de temperamentos e ideas en contraposición de la que nace toda la vivacidad y cohesión orgánica de esa reunión de personas. Al igual que el cosmos, para tener forma, necesita “amor y odio”, fuerzas de atracción y de repulsión, la sociedad necesita un combinado de armonía y disonancia, de asociación y lucha, de simpatía y antipatía para definir su forma. Y estos binomios en modo alguno son meros pasivos sociológicos, factores negativos, que la sociedad habría de superar para poder existir; la sociedad es, efectivamente, el resultado de la interacción entre las dos categorías. Es decir, tanto las tendencias unitarias como las disgregadoras son constitutivas de la sociedad y, en este sentido, son positivas.

Fragmento (pp. 17-18)

.

.

Breve reseña sobre Georg Simmel

Georg Simmel

Georg Simmel

Georg Simmel fue sociólogo, psicólogo y filósofo alemán nacido en Berlín en 1858, en cuya universidad, donde estudió filosofía e historia, se doctoró (1881). Profesor de filosofía y sociología en las universidades de Berlín, Estrasburgo y Heidelberg. Aunque su vida académica estuvo marcada por la marginalidad de los puestos que ocupó en la docencia universitaria, su amplia obra y la popularidad y prestigio entre sus alumnos trascendió el nivel del estatus administrativo de la Universidad. Está considerado como uno de los padres de la moderna sociología.

Su pensamiento no sólo influyó sobre autores con los que mantuvo proximidad, como Max Weber o Edmund Husserl, sino en pensadores más jóvenes como Ernest BlochKarl JaspersGeorg Lukacs, Martin Heidegger, Karl Mannheim, así como en la mayoría de los adscritos a la Escuela de Francfort, especialmente en AdornoBenjaminHorkheimer.

Fue cofundador, junto a Max Weber y Ferdinand Toennies, de la Sociedad Alemana de Sociología. Entre sus obras más destacadas: Diferenciación Social(1890), Problemas de la filosofía de la historia (1892), Introducción a la ética (1893),Filosofía del dinero (1900),Sociología (1908) y Cuestiones fundamentales de sociología(1917).

Simmel desarrolla una filosofía pragmática y utilitarista del conocimiento. El conocimiento, según Simmel, se adquiere en virtud de los beneficios que nos reporta y no tanto a partir de pautas psicológicas. Estudia los comportamiento individuales en los grupos sociales y en el espacio de la ciudad moderna. Las interacciones y la formación de la cultura social, la imitación y la moda, el valor del dinero en la conformación de la relaciones, etc.

Su concepto del extranjero o extraño, el que ‘viene hoy y se queda mañana’, ha sido considerado por diversos autores, como Everett Rogers, como precursor de las investigaciones en comunicación intercultural.

Fuente: infoamerica.org
NOTAS
  1. Sequitur [sic: sékwitur]: Tercera persona del presente indicativo del verbo latino sequor: procede, prosigue, resulta, sigue. Inferencia que se deduce de las premisas: secuencia conforme, movimiento acorde, dinámica en cauce. []

Enlace permanente a este artículo: https://cisolog.com/sociologia/el-conflicto-sociologia-del-antagonismo/

Deja una respuesta

Tu email nunca se publicará.